Retiro


Presento a continuación algunos pensamientos de varios autores sobre la espiritualidad del Adviento, que ellos nos sirvan para acrecentar nuestra esperanza en el Dios que nos salva.
El Adviento nos recuerda que es el Señor el que llega, el que viene hacia nosotros. Nosotros nos limitamos a acogerle, a recibirlo. La Iglesia, impulsada por el Espíritu, repetirá hasta el final de los tiempos su “Maranatha”, su “Ven, Señor”. Nosotros debemos unirnos a este grito de la Iglesia.  

1.- ¿Qué es el Adviento?
No se pretende dar una definición teológica sobre el adviento, muchos de nosotros lo conocemos sea por estudios como por autoformación, sino definir este tiempo litúrgico de un modo sencillo y práctico para nuestra vida. Desde esta premisa decimos junto a Javier Leoz que Adviento es:
«Es la alegría que siente todo cristiano ante la llegada inminente del que nos trae todo: JESUS
Es la esperanza que no defrauda al saber que, los hombres, no estamos solos. Que Alguien sale nuestro encuentro. Que Dios apuesta fuertemente por el hombre.
Es la inquietud de algo que nos impresiona y que nos conmueve: EL AMOR DE DIOS EN UN PESEBRE
Es el hombre que, por soñar, sueña con un mundo nuevo, con un orden distinto: LA FRATERNIDAD
Es el deseo de mejorar, de perfeccionar nuestras actitudes ante el nacimiento de un Niño
Es creer que, Dios, se hace pequeño y, porque se hace pequeño, es necesario construir una puerta humilde para entrar a verle
Es despertar en nuestras fraternidades los deseos de una Navidad santa y cristiana; apartando de ella lo que la degrada y, recuperando para esos días, lo que la santifica: oración, belén, caridad
Es sentirnos libres de muchas esclavitudes. Es buscar al gran libertador. Al que, sin más armas que la inocencia y el amor, será capaz de ganar las grandes batallas que anidan en nuestros corazones
Es huir de la autosuficiencia. Es defender a Jesús de tantos “Herodes” que intentan aniquilar su presencia en nuestro mundo».

2.- Adviento: Tiempo para orar
El Papa Benedicto XVI nos alertaba con estas palabras: “Nuestro programa hoy como el día de ayer debe ser la fórmula de Cristo: “Vigilar y orar”.
Es verdad que con solo rezar no basta, pero no es menos cierto lo que escribió el teólogo Urs V. Balthasar: “Digámoslo enseguida: el cristiano sin oración, ya no es cristiano”, y lo que afirmó también Karl Rahner: “El cristiano del siglo XXI o es un místico o no tiene nada que hacer”.
Respecto a la oración nos dice Karl Rahner: «Lo enorme de esta experiencia, que todo lo centra en una especie de temblor, es lo siguiente: yo puedo dirigirme hacia ese secreto o Misterio que todo lo abarca, que todo lo lleva y todo lo penetra, que se distancia de todo y, sin embargo, lo asume todo consigo; yo puedo invocarle, puedo orar. Yo sé que cuando viene a realizarse ese encuentro orante, ello se debe una vez más a la acción de ese mismo Misterio. Más aún, este Misterio actúa de tal forma que, cuando yo me encuentro ante él, siendo distinto él, introducido en mi propia realidad, cuando yo me entrego a él, no me pierdo, sino que, por el contrario, vengo a convertirme en alguien que participa de este Misterio infinito. Yo experimento (a través de eso que nosotros, los cristianos, llamamos gracia) que este Misterio, para ser él mismo, no necesita alejarse de mí en una distancia infinita, sino que, al contrario, él mismo se entrega a nosotros, para nuestra plenitud».

3. Adviento: tiempo para la esperanza
La espera es siempre abierta y nos hace vivir con mirada y actitud de futuro. Así, nuestra vida espiritual se llena de confianza, convencidos de que lo que nos pasa, o va a pasar, está siempre dentro del Proyecto de Dios y que “todo contribuye a nuestro bien porque amamos a Dios y nos sabemos llamados según sus designios” (Rom 8, 28).
Esperar con apertura y confianza es una actitud ante la vida tremendamente radical. Consiste en:
  • esperar que nos ocurra algo que está más allá de nuestras posibilidades;
  • abandonar el control sobre nuestro futuro y dejar que sea Dios quien guíe y defina nuestra vida;
  • vivir con la convicción de que Dios nos moldea con su amor, nos abraza con ternura y nos libera continuamente de nuestras fuentes de temor.
  • Así, la espiritualidad de la espera no es sólo esperar a Dios, sino también es participar en la espera de Dios a nosotros y, de esta forma, llegar a compartir el amor más profundo: el amor de Dios” (H. Nowen. “Senderos de vida y del Espíritu: El sendero de la espera”)
  • Así, podemos “esperar contra toda esperanza” como Abrahán, como María porque Dios es siempre Fiel a sus Promesas y porque “para Dios nada es imposible” (Rom 4, 18-25; Lc 1, 26-38)
4. Adviento: tiempo para la fraternidad
Esperar junto a los hermanos, los vecinos, los amigos, la familia es mejor que esperar solo. La espera en comunidad es más humana y más divina. María e Isabel esperan juntas y así se apoyan mutuamente en la espera. María reafirma la espera de Isabel e Isabel reafirma la espera de María (Lc 1, 39.45-46). Al estar juntas y unidas crearon espacio para la espera de la otra. Y se confirmaron mutuamente que iba a ocurrir ‘algo’ que merecía la pena esperar.
“La comunidad cristiana es el lugar donde mantenemos viva entre nosotros la llama de la esperanza y nos tomamos en serio su crecimiento en medio de nosotros. Así podemos vivir con valor y tener confianza de que existe un poder espiritual en nuestro interior, cuando estamos reunidos, que nos permite vivir en este mundo sin rendirnos a las poderosas fuerzas que constantemente nos seducen hasta la desesperación” (H. Nowen).

PARA LA ORACIÓN PERSONAL Y COMUNITARIA
Unas preguntas, a modo de sugerencias:
  1. ¿En quién y en qué pongo mi esperanza? 
  2. ¿Vivo de ‘pequeñas’ esperanzas, inmediatas, pasajeras que no llenan la vida y el corazón o de ‘la gran Esperanza’, segura y definitiva de Dios? 
  3. ¿Cuál es el origen o la causa de mis pesimismos, desánimos, desalientos? 
  4. ¿Cuáles son “las razones de mi esperanza, es decir, las razones de mi vida”? 
  5. ¿Sé transmitirlas a los que me rodean, especialmente a los jóvenes?
Motivación: Escuchamos al mismo Card. Van Thuan, preso durante 14 años en Vietnam: “En las largas horas de presidio me doy cuenta de que vivir el momento presente es el camino más sencillo y seguro hacia la santidad. De esta convicción nace esta plegaria”:

Jesús, no esperaré. Vivo el momento presente colmándolo de amor.
La línea recta está compuesta por millones de puntitos unidos entre sí.
Mi vida también está integrada por millones de segundos y de minutos unidos entre sí.
Dispongo perfectamente cada punto, y la línea será recta. Vivo con perfección cada minuto, y la vida será santa.
El camino de la esperanza está enlosado de pequeños pasos de esperanza.
La vida de esperanza está hecha de breves minutos de esperanza. Como Tú, Jesús, que has hecho siempre lo que le agrada a tu Padre.
Cada minuto quiero decirte: Jesús, te amo; mi vida es siempre una “nueva y eterna alianza” Contigo. Cada minuto quiero cantar con toda la Iglesia: 
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu.